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Capítulo XXVIII

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Mensaje por iita ™ Vie Ago 31, 2012 7:36 pm

Pongo mi chaqueta apretada alrededor de mis hombros. No he estado afuera en mucho tiempo. El sol brilla sobre mi pálido rostro, y vigilo mi forma de respirar el aire. Por lo menos he logrado una cosa: me convencí de que Peter y sus amigos que ya no son una amenaza. Sólo tengo que asegurarme que mañana, cuando vaya al mi propio Paisaje del Miedo, pueda demostrar que están equivocados. El fracaso ayer parecía algo imposible. Hoy no estoy segura.
Deslizo las manos por mi pelo. El impulso de llorar se ha ido. Trenzo mi cabello y lo ato con la banda de goma alrededor de mi muñeca. Me siento más como yo. Esto es todo lo que necesito: recordar quién soy. Y yo soy una persona que no abandona las cosas intrascendentes, como una niña y que las experiencias cercanas a la muerte me detengan. Me río, moviendo la cabeza. ¿Lo soy?
Escucho la bocina del tren. Las vías del tren que se trazan alrededor de Intrepidez y luego continúan más allá de lo que puedo ver. ¿Dónde comenzaran? ¿Dónde terminarán? ¿Cómo es el mundo más allá de ellas? Me acerco a ellas. Quiero ir a casa, pero no puedo. Eric nos advirtió que no debíamos parecer demasiado apegados a nuestros padres aquel día de visita, por lo que visitar mi casa sería traicionar Intrepidez, y no puedo permitirme el lujo de hacer eso. Eric no nos dijo que no podíamos visitar a las personas de otras Facciones que vinieron, sin embargo, mi madre me dijo que visitara a Caleb.
Yo sé que no estoy autorizada a salir sin supervisión, pero no puedo detenerme. Camino más rápido y más rápido, hasta que estoy corriendo. Moviendo los brazos, hasta que me encuentro junto al último vagón en el que puedo agarrar la manija e introducirme a mí misma en él, con una mueca de dolor, sintiendo los dardos del dolor a través de mi cuerpo adolorido. Una vez en el vagón, me recuesto sobre mi espalda junto a la puerta y veo el complejo de Intrepidez desaparecer detrás de mí. No quiero volver, pero la elección de dejarlo, dejar de ser Intrépida, sería la cosa más valiente que he hecho, y hoy me siento como una cobarde
El aire choca contra mi cuerpo y gira alrededor de mis dedos. Dejo que mi mano siga el camino sobre el borde del carro, así que presiono contra el viento. No puedo ir a casa, pero puedo encontrar una parte de ella. Caleb tiene un lugar en cada recuerdo de mi infancia; sino no es que también forma parte antes de mi creación.
El tren reduce la velocidad al llegar al corazón de la ciudad, y me siento a ver cómo los edificios más pequeños se convierten en grandes edificios. Los Sabiduría viven en grandes edificios de piedra con vistas al pantano. Sostengo la manija y me asomo lo suficiente como para ver dónde van las pistas. Ellas se sumergen hasta el nivel de la calle justo antes de doblar para viajar al este. Aspiro el olor de pavimento mojado y el aire de pantano.
La velocidad del tren cae y se hace aún más lenta, y yo salto. Mis piernas se estremecen con la fuerza del impacto, y corro unos pocos pasos para recuperar el equilibrio. Camino por la mitad de la calle, en dirección al sur, hacia el pantano. La tierra vacía se extiende hasta donde puedo ver, un gran avión colisiona con el horizonte.
Me torno a la izquierda. Los edificios de los Sabiduría se avecinan por encima de mí, oscuros y desconocidos.
¿Cómo voy a encontrar a Caleb aquí?
Los Sabiduría llevan un registro; esto está en su naturaleza. Ellos deben mantener los registros de sus Iniciados. Alguien debe tener acceso a esos registros; sólo tengo que encontrar quién. Puedo explorar los edificios. Lógicamente hablando, el edificio central debe ser el más importante. Yo bien podría empezar por ahí.
Los miembros de la Facción se arremolinan alrededor de todo el mundo. Las normas de la Facción Sabiduría dictan que un miembro de la Facción debe llevar al menos una prenda de ropa azul a la vez, porque el azul hace que el organismo libere sustancias químicas calmantes, y “una mente calmada es una mente clara”. El color también ha llegado a representar a la Facción. Luce imposiblemente brillante para mí. Me he acostumbrado a la luz tenue y a la ropa oscura.
Espero avanzar a través de la multitud, esquivando codos y murmurando “perdón” de la manera en que siempre hago, pero eso no es necesario. Convertirse en Intrepidez me ha hecho notable. Las multitudes se apartan, y sus ojos se aferran a mí cuando paso. Suelto la goma de pelo y agito las puntas antes de caminar a través de las puertas delanteras. Estoy justo en la entrada e inclino la cabeza hacia atrás. La habitación es enorme, silenciosa, y huele a polvo de páginas. Los paneles de madera en el suelo crujen bajo mis pies.
Líneas de estantes de libros cubren las paredes a ambos lados de mí, pero parecen servir más como objeto decorativo que otra cosa, porque las computadoras ocupan el centro de las meses en la habitación, y nadie está leyendo. Ellos están mirando las pantallas con los ojos tensos y enfocados.
Yo debería haber sabido que el edificio principal de los Sabiduría sería una biblioteca. Un retrato en la pared frontal me llama la atención. Es del doble de mi estatura y cuatro veces más grande que mi ancho y representa una atractiva mujer con llorosos ojos grises y gafas ―Jeanine―. El calor quema en mi garganta al verla a ella. Porque es la representante de los Sabiduría, ella es la que dio a conocer aquel informe sobre mi padre. Le he tenido aversión desde que los discursos enfáticos de mi padre a la hora de la cena comenzaron, pero ahora definitivamente la odio. Debajo de ella hay una gran placa que dice: “SABER LLEVA A LA PROSPERIDAD”.
Prosperidad. Para mí la palabra tiene una connotación negativa. Abnegación la utiliza para describir a la auto-indulgencia. ¿Cómo podría Caleb haber optado por ser una de esas personas? Las cosas que ellos hacen, las cosas que quieren, todo está mal. Pero probablemente ellos piensan lo mismo de Intrepidez. Me acerco a la mesa justo por debajo del retrato de Jeanine. El joven que estaba sentado detrás de éste no levanta la vista, cuando dice: ―¿Cómo puedo ayudarle?
―Estoy buscando a alguien ―le digo―. Su nombre es Caleb. ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?
―No estoy autorizado a dar información personal ―responde con suavidad, mientras golpea en la pantalla delante de él.
―Él es mi hermano.
―Yo no tengo permi…
Apoyo la palma de mi mano sobre la mesa frente a él, y él se aleja de su aturdimiento, me mira por encima de las gafas. Varias cabezas dan vuelta en mi dirección.
―He dicho ―mi voz es concisa ―que estoy buscando a alguien. Él es un Iniciado. ¿Puede al menos decirme dónde puedo encontrarlos?
―¿Beatriz? ―dice una voz detrás de mí.
Me volteo y Caleb está detrás de mí, con un libro en la mano. Su pelo ha crecido por lo que esconde tras su oreja, y lleva una camiseta azul y un par de gafas rectangulares. A pesar de que tiene un aspecto diferente y no tengo permitido quererlo nunca más, corro hacia él tan rápido como puedo y tiro mis brazos alrededor de sus hombros.
―Tienes un tatuaje ―dice, con su voz apagada.
―Tú tienes gafas ―le digo. Se las quito y las pruebo en mis ojos ―Tu visión es perfecta, Caleb, ¿qué estás haciendo?
―Um... ―Él mira hacia las mesas a nuestro alrededor―. Vamos. Vamos a salir de aquí.
Salimos del edificio y cruzamos la calle. Tengo que correr para seguir su ritmo. Al otro lado de la sede de Sabiduría hay lo que solía ser un parque. Ahora sólo lo llaman “Milenio”, y es una franja de tierra desnuda y con varias esculturas de metal oxidado, una abstracta, de un mamut blindado, otra con la forma de un frijol que me hace parecer pequeña.
Nos detenemos en el concreto alrededor del frijol de metal, donde los Sabiduría se sientan en pequeños grupos con periódicos o libros. Se quita las gafas y las mete en su bolsillo, entonces se pasa la mano por el pelo, sus los ojos me recorren nerviosamente. Como si estuviera avergonzado. Tal vez yo debería estarlo también. Estoy tatuada, con el pelo suelto, y uso de ropa ajustada. Pero sólo que no lo estoy.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―dice.
―Quería ir a casa ―le respondo―, y era lo más parecido que se me ocurrió.
Aprieta los labios.
―No te pongas tan contento de verme ―agrego.
―Oye ―dice, poniendo las manos sobre mis hombros―. Estoy encantado de verte, ¿de acuerdo? Es que esto no está permitido. Hay reglas.
―No me importa ―le digo―. No me importa, ¿de acuerdo?
―Tal vez deberías. ―Su voz es suave, pero está acompañada de su mirada de desaprobación―, si yo fuera tú, no querría meterme en problemas con tú Facción.
―¿Qué se supone que significa eso?
Sé exactamente lo que eso significa. Él ve a mi Facción como la más cruel de los cinco, y nada más.
―Yo simplemente no quiero que te lastimes. No tienes por qué estar tan enojada conmigo ―dice, inclinando la cabeza―. ¿Qué te pasó ahí?
―Nada. No me pasó nada. ―Cierro los ojos y froto la parte de atrás de mi cuello con una mano. Incluso si le pudiera explicar todo a él, no querría hacerlo. Ni siquiera puedo reunir la voluntad para pensar en ello.
―¿Crees que…? ―ve sus zapatos―… ¿Crees que tomaste la decisión correcta?
―No creo que hubiera una ―le digo―. ¿Y qué hay de ti?
Mira a su alrededor. La gente nos mira mientras pasan caminando. Sus ojos saltan sobre sus caras. Él todavía está nervioso, pero puede que no sea debido a su apariencia, o por mí. Tal vez son ellos. Lo agarro del brazo y tiro de él bajo el arco del frijol de metal. Caminamos por debajo de su vientre hueco. Veo mi reflejo en todas partes, deformado por la curvatura de las paredes, roto por manchas de óxido y suciedad.
―¿Qué está pasando? ―pregunto, cruzándome de brazos. No me di cuenta de los círculos oscuros bajo sus ojos antes―. ¿Qué está mal?
Caleb presiona una palma contra la pared de metal. En su reflejo, su cabeza es pequeña, ladeada hacia un lado, y su brazo parece que se inclina hacia atrás. Mi reflejo, sin embargo, se ve pequeño y rechoncho.
―Algo grande está sucediendo, Beatrice. Algo está mal. ―Sus ojos están muy abiertos y vidriosos―. No sé lo que es, pero la gente sigue corriendo alrededor, hablando en voz baja, y Jeanine da discursos acerca de cómo Abnegación fue corrupta todo el tiempo, casi todos los días.
―¿Tú le crees a ella?
―No. Tal vez. Yo no... ― Sacude la cabeza―… no sé qué creer.
―Sí, sí ―le digo con firmeza―. Sabes quiénes son nuestros padres. Sabes quiénes son nuestros amigos. El padre de Susan, ¿tú crees que es corrupto?
―¿Cuánto sé yo? ¿Cuánto me permiten saber? No se nos permitió hacer preguntas, Beatrice, ¡no se nos permitió conocer las cosas! Y aquí... ―Él mira hacia arriba, y en el círculo plano del espejo recto por encima de nosotros, veo a nuestras diminutas figuras, del tamaño de las uñas. Eso, creo yo, es nuestro fiel reflejo, pero que también es tan pequeño como somos en realidad. Él continúa―: Aquí, la información está libre, siempre está disponible.
―Esto no es Sinceridad. Hay mentirosos aquí, Caleb. Hay personas que son tan inteligentes que saben cómo manipular.
―¿No crees que me gustaría saber si yo estuve siendo manipulado?
―Si eres tan inteligente como crees, entonces no. No creo que quisieras saberlo.
―No tienes idea de lo qué estás hablando ―dice, sacudiendo la cabeza.
―Sí. ¿Posiblemente cómo podría saber cómo luce una Facción corrupta? Estoy en capacitación de Intrepidez, por amor de Dios ―le digo―. Por lo menos sé de qué soy parte, Caleb. Estás eligiendo hacer caso omiso de lo que hemos conocido toda la vida, estas personas son arrogantes, codiciosas y no te llevarán a ninguna parte.
Su voz se endurece. ―Creo que te deberías ir, Beatrice.
―Con mucho gusto ―le digo―. Oh, y no es que sea importante para ti, pero mi madre me dijo que te dijera sobre la investigación del suero de la simulación.
―¿Tú la has visto? ―Luce herido―. ¿Por qué ella no…?
―Porque ―le digo―. Los Sabiduría no dejan que Abnegación entre a sus recintos, ya no más. ¿No era que la información estaba disponible para ti?
Empujo más allá de él, caminando por la cueva de espejo y la escultura, empezando a salir hacia la acera. Nunca debí haber salido. El recinto de Intrepidez suena a casa ahora, por lo menos allí, sé exactamente cuál es mi posición, la cual se encuentra en terreno inestable.
La multitud en la acera se aleja, y volteo para ver el por qué. De pie a unos metros delante de mí hay dos hombres Sabiduría con los brazos cruzados.
―Disculpe ―dice uno de ellos―. Tendrá que venir con nosotros.
Un hombre camina detrás de mí, tan cerca que siento su aliento en la parte de atrás de mi cabeza. El otro hombre me lleva por la biblioteca y por tres pasillos hacia un ascensor. Más allá de la biblioteca de los pisos de madera en cambio hay baldosas blancas, y las paredes resplandecen como el techo de la sala de ensayos de aptitud. El resplandor rebota en las puertas del ascensor de plata, y entrecierro los ojos, entonces puede ver.
Trato de mantener la calma. Yo me digo las preguntas de la formación de Intrepidez. ¿Qué hacer si alguien te ataca por la espalda? Me veo metiendo el codo de nuevo en el estómago o la ingle. Me imagino corriendo. Me gustaría tener un arma de fuego. Estos son los pensamientos de Intrepidez, y se han convertidos en los míos. ¿Qué hacer si eres atacado por dos personas a la vez?
Sigo al hombre por un pasillo vacío, el cual brilla intensamente y entro en una oficina. Las paredes están hechas de vidrio. Supongo, ya que esto lo sé porque la Facción le designó una a mi escuela.
Una mujer se sienta detrás de un escritorio de metal. La miro fijamente a la cara. El mismo rostro que domina la biblioteca Sabiduría; el mismo que está estampado en todos los comunicados de los artículos del Erudito. ¿Cuánto tiempo he odiado este rostro? No lo recuerdo.
―Siéntate ―dice Jeanine. Su voz suena familiar, especialmente cuando se irrita. Sus líquidos ojos grises se centran en los míos.
―Preferiría no hacerlo.
―Siéntate ―dice ella de nuevo. Definitivamente he escuchado su voz antes. La escuché en el pasillo, hablando con Eric, antes de que me atacaran. La oí mencionar a los Divergentes. Y una vez antes, la escuché...
―Era su voz en la simulación ―le digo―. En la prueba de aptitud, quiero decir.
Ella es el peligro del que Tori y mi madre me advirtieron, el peligro de ser Divergente está sentado frente a mí.
―Correcto. La prueba de aptitud está lejos de ser mi mayor logro como científica ―responde ella―. Miré los resultados del examen, Beatrice. Al parecer hubo un problema con la prueba. Nunca se ha registrado, y tus resultados se debían informar de forma manual. ¿Sabías esto?
―No.
―¿Sabías que tú eres una de las dos personas que obtuvieron un resultado en Abnegación y cambiaron a Intrepidez?
―No ―dije, volvieron a mi estado de shock. ¿Tobías y yo somos los únicos? Pero su resultado fue genuino y el mío fue una mentira. Por lo que en realidad es sólo él.
Mi estómago da punzadas al pensar en él. Ahora mismo no me importa lo único que es él.
Me llamó patética.
―¿Por qué elegiste a Intrepidez? ―pregunta ella.
―¿Qué tiene que ver eso con algo? ―Trato de suavizar mi voz, pero no funciona―. ¿No me van a dar una reprimenda por salir de mi Facción y por la búsqueda de mi hermano? “La Facción antes que la sangre” ¿verdad? ―Hago una pausa―. Ahora que lo pienso, ¿por qué estoy en esta oficina en primer lugar? ¿No se supone que usted es importante o algo así?
Tal vez esto le bajará los humos. Aprieta la boca por un segundo.
―Les voy a dejar la parte de la reprimenda a los de Intrepidez ―dice ella, recostándose en su silla.
Pongo mis manos en el respaldo de la silla en la que rechacé sentarme y aprieto los dedos. Detrás de ella hay una ventana que da a la ciudad. El tren toma una vuelta perezosa en la distancia.
―En cuanto a la razón de tu presencia aquí... una característica de mi Facción es la curiosidad ―dice ella―, y al estudiar atentamente tu historial, vi que había otro error con otra de las simulaciones. Una vez más, no se registraron. ¿Sabías esto?
―¿Cómo accedió a mis archivos? Sólo los de Intrepidez tienes acceso a ellos.
―Porque como Sabiduría que desarrollamos la simulación, tenemos una…. comprensión con Intrepidez, Beatrice ―ella inclina la cabeza y me sonríe―. Simplemente estoy preocupada por la competencia de nuestra tecnología. Si ésta falla mientras tú estás alrededor, tengo que asegurarme que esto continuará sucediendo, entonces ¿entiendes?
Entiendo una cosa: Ella está mintiéndome. No se preocupa por la tecnología, ella sospecha que algo está mal con los resultados de mi prueba. Al igual que los líderes de Intrepidez, está husmeando en busca de Divergentes. Y si mi madre quiere que Caleb investigue del suero de la simulación, es probable que sea debido a que Jeanine lo desarrolló.
Pero, ¿qué es lo tan amenazante sobre mi capacidad de manipular las simulaciones? ¿Por qué de todas las personas, esto le importa a la representante de los Sabiduría? No puedo responder a cualquiera de estas preguntas. Pero la mirada que me da me recuerda la mirada del perro de ataque en la prueba de aptitud, una mirada feroz, de depredador. Quiere rasgarme en pedazos. No pude mentir en la presentación de hoy. Me he convertido en un perro de ataque también.
Siento mi pulso en la garganta.
―No sé cómo funciona ―le digo―, pero el líquido que se inyecta me revolvió el estómago. Tal vez mi administrador de simulación se distrajo porque estaba preocupado de que yo no lo vomitara, y él se olvidó de registrarlo. Me enfermé después de la prueba de aptitud también.
―¿Habitualmente tienes un estómago sensible, Beatriz? ―Su voz es como el filo de una navaja. Ella toca con sus uñas recortadas el mostrador de cristal.
―Desde que era joven ―le contesto de la mejor manera que puedo. Libero el respaldo de la silla y lo esquivo para sentarme. No puedo lucir tensa, a pesar de que siento cómo mis entrañas se retuercen dentro de mí.
―Haz sido un gran éxito con las simulaciones ―dice―. ¿A qué atribuyes la facilidad con que las completas?
―Soy valiente ―le digo, mirándola a los ojos. Las otras Facciones ven de cierta manera esto en Intrepidez. Descarada, agresiva, impulsiva. Estirada. Yo debería ser lo que ella espera. Me río frente a ella―. Soy la mejor Iniciada que tienen. ―Me inclino hacia adelante, apoyo mis codos en las rodillas. Voy a tener que ir más allá con esto para que sea convincente―. ¿Quiere saber por qué he elegido Intrepidez? ―pregunto―. Es porque me aburría.
Por otra parte, necesito aún más. Las mentiras requieren una dedicación. ―Estaba cansada de ser un poco blandengue y tener que hacer el bien, yo quería salir
―Así que, ¿No extrañas a tus padres? ―pregunta con delicadeza.
―¿Los extrañaría si por poder conseguir una mirada al espejo ellos me regañaran? ¿Los extrañaría si ellos me hicieran permanecer callada durante la cena? ―Niego con la cabeza―. No. No los extraño. No son mi familia, ya no más.
La mentira quema mi garganta al salir, o tal vez son las lágrimas con las que estoy luchando. Me imagino a mi madre detrás de mí con un peine y unas tijeras, apenas sonriendo mientras me recorta el cabello, y me dan ganas de gritar en lugar de insultarla así.
―¿Puedo tomar esto como que significa... ―Jeanine frunce los labios y hace una pausa durante unos segundos antes de terminar―, que estás de acuerdo con los informes que se han publicado acerca de los líderes políticos de esa ciudad?
¿Los informes que etiquetan a mi familia como corruptos, ávidos de poder, dictadores de moral? ¿Los informes que llevan sutiles amenazas e indicios de revolución? Hace que se me revuelva el estómago. Sabiendo que ella es quien los esparció me dan ganas de estrangularla.
Sonrío.
―Totalmente de acuerdo ―le digo.

* * * * *

Uno de los lacayos de Jeanine, un hombre con una camisa con cuello azul y gafas de sol, me lleva de nuevo al complejo de Intrepidez en un coche plateado y elegante, de la talla de la que nunca he visto antes. El motor es casi silencioso. Cuando le pregunto al hombre sobre él, me dice que es alimentado por energía solar y lanza a una larga explicación de cómo los paneles en el techo convierten a la luz solar en energía. Dejo de escuchar después de sesenta segundos y miro por la ventana.
No sé qué van a hacer conmigo cuando vuelva. Sospecho que va a ser una cosa mala. Me imagino con mis pies colgando sobre el Abismo y me muerdo el labio. Cuando el conductor se detiene en el edificio de cristal encima del compuesto de Intrepidez, Eric me está esperando en la puerta. Él me toma del brazo y me lleva a la escuela sin dar las gracias al conductor. Los dedos de Eric me aprietan tan fuerte que sé que voy a tener moretones. Se sitúa entre mí y la puerta que conduce al interior. Él comienza a mover sus nudillos. Aparte de eso, está completamente inmóvil.
Me estremezco involuntariamente.
El “pop” ligero de los nudillos al craquear es todo lo que escucho aparte de mi propia respiración, que se acelera en cada segundo. Cuando termina, Eric entrelaza sus dedos delante de él.
―Bienvenida de nuevo, Tris.
―Eric.
Él camina hacia mí, poniendo con cuidado un pie delante del otro.
―¿Qué… ―su primera palabra es tranquila―… exactamente ―añade, esta vez más fuerte―… estabas pensando?
―Yo... ―Él está tan cerca que puedo ver los agujeros donde encajan sus piercings de metal―, no lo sé.
―Estoy tentado a llamarte traidora, Tris ―dice―. ¿Nunca has oído la frase “La Facción antes que la sangre”?
He visto a Eric hacer cosas terribles. Le he oído decir cosas terribles. Pero nunca le he visto así. Él ya no es un maniático; sino que está perfectamente controlado, perfectamente equilibrado. Cuidadoso y tranquilo. Por primera vez, reconozco a Eric por lo que es: un Sabiduría disfrazado de Intrépido, un genio, así como un sádico, un cazador de Divergentes.
Quiero correr.
―¿Estás satisfecha con la vida que has encontrado aquí? ¿Es quizá que te arrepientes de tú elección? ―Ambos lados de las cejas pobladas de metal de Eric se levantan, forzando las arrugas en su frente―. Me gustaría oír una explicación de por qué traicionaste a Intrepidez, a ti misma, y a mí... ―Golpea su pecho―... Por aventurarte a la oficina central de otra Facción.
―Yo... ―tomo una profunda respiración. Él me mataría si supiera lo que estaba haciendo, lo siento. Sus manos se enroscan en puños. Estoy sola aquí, si me pasa algo, nadie sabrá y nadie lo verá.
―Si tú no lo puedes explicar ―dice en voz baja―, yo tendría que ser forzado a reconsiderar tu rango. O, ya que pareces ser tan apegada a tu anterior Facción... tal vez me veré obligado a reconsiderar los rangos de tus amigos. Tal vez la pequeña chica de Abnegación dentro de ti tomaría esto más en serio.
Lo primero que pienso es que él no podría hacer eso, no sería justo. Mi segundo pensamiento es que, por supuesto, él no dudaría en hacerlo, ni por un segundo. Y él está en lo correcto, la idea de que mi imprudente comportamiento podría obligar a otra persona bajar su rango me produce un dolor en pecho, de miedo.
Lo intento de nuevo ―Yo...
Pero es difícil respirar.
Y entonces la puerta se abre. Tobias camina hacia dentro.
―¿Qué estás haciendo? ―le pregunta a Eric.
―Sal de la habitación ―dice Eric, con su voz más fuerte y no tan monótona. Él suena más como el Eric con quien estoy familiarizada. Su expresión, también, cambia: se vuelve más móvil y animado. Lo miro, asombrada de que pueda encenderse y apagarse con tanta facilidad, y me pregunto cuál es la estrategia detrás de esto.
―No ―dice Tobías―. Ella sólo es una chica tonta. No hay necesidad de arrastrarla aquí e interrogarla.
―Sólo una chica tonta ―resopla Eric―. Si ella fuera una tonta chica, no habría ocupado el primer lugar, y ¿No lo hizo?
Tobías pellizca el puente de su nariz y me mira a través de los espacios entre sus dedos. Él está tratando de decirme algo. Pienso con rapidez. ¿Qué consejo me ha dado Cuatro últimamente?
Lo único que puedo pensar es: pretender algún tipo de vulnerabilidad.
Esto ha funcionado para mí antes.
―Yo... sólo es que me daba vergüenza y no sabía qué hacer ―Pongo mis manos en los bolsillos y miro el suelo. Entonces me pellizco la pierna tan fuerte que las lágrimas brotan de mis ojos y miro hacia Eric, lloriqueando―. Traté de... y... ―Sacudo la cabeza.
―¿Tratabas, qué? ―pregunta Eric.
―Me besó ―dice Tobías―. Y yo le rechacé y se fue corriendo como una niña de cinco años. Realmente no hay nada que reprocharle por su estupidez.
Ambos esperamos.
Eric mira de mí a Tobias y se ríe, demasiado alto y durante demasiado tiempo, el sonido es amenazante y choca contra mí como papel de lija.
―¿No es un poco demasiado mayor para ti, Tris? ―dice, sonriendo de nuevo. Me limpio la mejilla como si estuviera limpiando una lágrima.
―¿Puedo irme ahora?
―Bien ―dice Eric―, pero no se te permitirá abandonar el recinto sin la supervisión una vez más, ¿me oyes? ―Se vuelve hacia Tobías―, y tú... asegúrate de que ninguno de los transferidos salga de este compuesto. Y no dejes que otros traten de besarte.
Tobías rueda los ojos. ―De acuerdo.
Dejo la habitación y camino hacia afuera de nuevo, moviendo las manos para librarme de los nervios. Me siento en el suelo y envuelvo los brazos alrededor de mis rodillas.
No sé cuánto tiempo me siento, con la cabeza baja y los ojos cerrados, antes de que la puerta se abra de nuevo. Podrían haber sido veinte minutos o podría haber sido una hora. Tobias se dirige hacia mí.
Me levanto y me cruzo de brazos, esperando que el regaño empiece.
Le di una cachetada y luego me metí en problemas con Intrepidez, tiene que haber un regaño.
―¿Qué? ―digo
―¿Estás bien? ―Un pliegue aparece entre sus cejas, y me toca la mejilla con suavidad. Alejo su mano.
―Bien ―le digo―, primero soy regañada en frente de todos, y entonces tuve que hablar con la mujer que está tratando de destruir mi antigua Facción, y luego Eric casi deja fuera de Intrepidez a mis amigos, así que sí, este se perfila cómo un muy gran día, Cuatro.
Sacude la cabeza y mira al edificio en ruinas a su derecha, que está hecho de ladrillo y apenas se parece a la torre de cristal lisa detrás de mí. Debe ser antigua. Ya no se construye con ladrillo.
―¿Por qué te importa, de todos modos? ―pregunto―. Puedes ser un cruel instructor o el novio en cuestión. ―Me pongo tensa por la palabra “novio”. No tenía la intención de usarla ligeramente, pero ya es demasiado tarde―. No se puede jugar las dos partes al mismo tiempo.
―Yo no soy cruel. ―Él me frunce el ceño―, te estaba protegiendo esta mañana. ¿Cómo crees que Peter y sus idiotas amigos habrían reaccionado si descubrieran que tú y yo...? ―suspira―. Nunca ganarías. Siempre llamarían a tú calificación un producto de mi favoritismo en lugar de tu habilidad.
Abro la boca para objetar, pero no puedo. Unos pocos comentarios inteligentes vienen a mi mente, pero los rechazo. Él tiene razón. Mis mejillas queman, y las enfrío con las manos.
―No hacía falta que me insultaras para demostrarles algo a ellos ―digo finalmente.
―Y tú no tienes que correr con tu hermano sólo porque te herí ―dice. Frota en la parte posterior de su cuello―. Además, ha funcionado, ¿no?
―A mis expensas.
―No creo que te afecte de esta manera. ―Entonces él mira hacia abajo y se encoge de hombros―. A veces me olvido que te puedo hacer daño. Que eres capaz de ser herida.
Deslizo mis manos por los bolsillos y me apoyo sobre los talones. Una extraña sensación me invade, una dulce, debilidad del dolor. Él hizo lo que hizo porque creía en mi fuerza. En casa era Caleb quien era fuerte, porque podía olvidarse de sí mismo, porque todas las características que mis padres valoraban eran algo natural para él. Nadie nunca ha estado tan convencido de mi fuerza.
Me levanto de puntillas, levantando la cabeza, y lo beso. Sólo nuestros labios se tocan.
―Eres brillante, ¿lo sabías? ―Niega con la cabeza―. Siempre sabes exactamente qué hacer.
―Sólo porque he estado pensando en esto durante mucho tiempo ―dice, dándome un breve beso―. Cómo me gustaría manipular esto, si tú y yo... ―Él se impulsa hacia atrás y sonríe―. ¿He oído que me llamas tú novio, Tris?
―No exactamente. ―Me encojo de hombros―. ¿Por qué? ¿Quieres que lo haga?
Él se desliza las manos sobre mi cuello y presiona con los pulgares bajo mi barbilla, inclinando la cabeza hacia atrás por lo que su frente se junta con la mía. Por un momento se queda ahí, con los ojos cerrados, respirando mi aire. Siento el pulso de sus dedos. Noto la rapidez de su aliento. Parece nervioso.
―Sí ―dice finalmente. Entonces su sonrisa se desvanece―. ¿Crees que lo convencí de que sólo eres una chica tonta?
―Eso espero ―le digo―. A veces ayuda a ser pequeña. No estoy segura de haber convencido a los Sabiduría, sin embargo.
Las esquinas de su boca se endurecen, y esto le da un aspecto grave. ―Hay algo que necesito decirte.
―¿Qué es?
―Ahora no. ―Él mira alrededor―. Nos vemos aquí a las once y media. No le digas a nadie a dónde vas.
Asiento con la cabeza y se aleja, dejándome tan rápido como llegó.

* * * * *

―¿Dónde has estado todo el día? ―pregunta Christina cuando entro de nuevo en el dormitorio. La habitación está vacía, todos los demás deben estar en la cena―. Te busqué afuera, pero no pude encontrarte. ¿Está todo bien? ¿Te metiste en problemas por golpear a Cuatro?
Sacudo la cabeza. La idea de contarle la verdad acerca de dónde estaba hace que me sienta agotada. ¿Cómo puedo explicarle sobre el impulso de subir a un tren y visitar a mi hermano? ¿O sobre la extraña voz calmada de Eric cuando él me lo preguntó? ¿O la razón por la que exploté y golpeé a Tobías para empezar?
―Sólo tenía que escapar. Caminé por un largo tiempo ―le digo―. Y no, no estoy en problemas. Me gritó, le pedí disculpas... eso es todo.
Mientras hablo, tengo cuidado de mantener los ojos fijos en los suyos y que mis manos continúen a mis lados.
―Qué bueno ―dice―. Porque tengo algo que decirte.
Mira por encima de mi cabeza, hacia la puerta y se pone de puntillas para comprobar que todas las literas estén vacías, probablemente. Luego pone las manos sobre mis hombros. ―¿Puedes ser una chica durante unos segundos?
―Siempre soy a una chica ―frunzo el ceño.
―Sabes lo que quiero decir. Como una ridícula, otra chica.
Enrollo mi pelo alrededor de un dedo.
―Will. ―Sonríe tan ampliamente que puedo ver su fila de dientes―. Me dio un beso.
―¿Qué? ―exijo―. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué pasó?
―¡Puedes ser una chica! ―Ella se endereza, sosteniendo mis hombros con sus manos―. Bueno, fue inmediatamente después de tu pequeño episodio, almorzamos y luego nos dimos una vuelta cerca de las vías del tren. Estábamos hablando... Yo ni siquiera recuerdo de qué estábamos hablando. Y luego se detuvo, se inclinó, y... me besó.
―¿Sabías que a él le gustabas? ―pregunto―. Quiero decir, tú sabes. De esa manera.
―¡No! ―se ríe―. La mejor parte fue, eso. Después nosotros sólo seguimos caminando y hablando como si nada. Bueno, hasta que yo lo besé.
―¿Hace cuánto tiempo que sabes que te gusta?
―No lo sé. Supongo que no lo hacía. Pero luego las pequeñas cosas... como cuando pasó un brazo alrededor de mí en el funeral, y la forma en que abre las puertas para mí como si yo fuera un chica en lugar de alguien a quien debe vencer para no arruinarlo.
Me río. De pronto, quiero contarle acerca Tobias y de todo lo que ha pasado entre nosotros. Pero las mismas razones que Tobias dio al pretender que no estamos juntos me golpean por la espalda. No quiero que ella piense que mi rango tiene algo que ver con mi relación con él.
Así que acabo diciendo: ―Estoy feliz por ti.
―Gracias ―dice―. Estoy feliz también. Y pensé que pasaría un tiempo antes de que me pudiera sentir de esta manera... ya sabes.
Se sienta en el borde de mi cama y mira alrededor del dormitorio. Algunos de los Iniciados ya empacaron sus cosas. Pronto nos mudaremos a los apartamentos del otro lado del recinto. Aquellos con empleos en el gobierno se trasladarán al edificio de vidrio por encima de la Fosa. No tendré que preocuparme de que Peter me ataque en mi sueño. No tendré que buscar la cama vacía de Al.
―No puedo creer que casi haya terminado ―dice―. Es como si acabáramos de llegar. Pero también es como... como si nunca hubiera visto mi casa.
―¿La echas de menos? ―Me apoyo en el marco de la cama.
―Sí. ―Ella se encoge de hombros―. Algunas cosas son las mismas, sin embargo. Quiero decir, todo el mundo en casa es tan fuerte como todos aquí, y eso es bueno. Pero es más fácil allá. Uno siempre sabe dónde está parado todo el mundo, porque ellos te lo dicen. No hay... manipulación.
Cabeceo. Abnegación me había preparado para este aspecto de la vida de Intrepidez. En Abnegación no son manipuladores, pero no son directos, tampoco.
―Sin embargo no creo que pueda haber terminado la Iniciación Sinceridad. ―Ella niega con la cabeza―. Allí, en lugar de simulaciones, obtienes un detector de mentiras. Durante todo el día, todos los días. Y la prueba final... ―Arruga la nariz―. Ellos te dan esta cosa que ellos llaman suero de la verdad y te sientan a la vista de todos y te hacen un montón de preguntas muy personales. La teoría es que si tú derramas todos tus secretos, no tendrás ningún deseo de mentir acerca de nada, nunca más. Ya que lo peor de ti está al aire libre, así que, ¿por qué no ser honestos?
No sé cuándo he acumulado tantos secretos. Ser Divergente. Temores. Cómo me siento acerca de mis amigos, mi familia, Al, Tobías. La Iniciación de Sinceridad llega a las cosas que incluso las simulaciones no pueden tocar; es como si naufragara.
―Suena horrible ―le digo.
―Siempre supe que no podía ser Sinceridad. Quiero decir, trato de ser honesta, pero hay algunas cosas que simplemente no quiero que se sepan. Además, me gusta estar en control de mi propia mente.
No a todos.
―De todos modos ―dice ella. Abre el armario a la izquierda de nuestras literas. Cuando tira de la puerta para abrirla, una polilla revolotea hacia afuera, con sus alas de color blanco, dirigiéndose hacia su cara. Christina grita tan fuerte que casi salto fuera de mi piel y le doy palmadas en las mejillas.
―¡Sácala! ¡Sácala, sácala, sácala! ―ella grita.
La polilla revolotea lejos.
―¡Se ha ido! ―le digo. Entonces me río―. ¿Les tienes miedo a las... polillas?
―Son asquerosas. Las alas como de papel y sus estúpidos cuerpos de bicho... ―Ella se estremece. Sigo riendo. Me río tanto que me tengo que sentar y apretar mi estómago.
―¡No es divertido! ―chasquea―. Bueno... está bien, quizá lo sea… Un poco.

* * * * *

Cuando me encuentro con Tobías tarde esa noche, él no dice nada, sólo me agarra de la mano y tira de mí hacia las vías del tren.
Se impulsa a sí mismo dentro en un vagón de tren que pasa, con asombrosa facilidad y tira de mí luego. Caigo contra él, con mi mejilla contra su pecho. Sus dedos se deslizan por mis brazos, y me sujeta por los codos cuando el carro golpea a lo largo de las vías de acero. Puedo ver al edificio de cristal por encima del compuesto de Intrepidez achicarse detrás de nosotros.
―¿Qué es lo que me tienes que decir? ―grito contra el sonido del viento.
―Todavía no ―dice.
Se esconde en el suelo y tira de mí hacia abajo con él, entonces está sentado con la espalda contra la pared y yo estoy frente a él, con mis piernas rozando el lado en el suelo polvoriento. El viento empuja los mechones de mi pelo suelto y los lanza sobre mi cara. Él apoya las palmas de sus manos en mi cara, con los dedos índice deslizándose detrás de las orejas, y tira de mi boca a la suya.
Escucho chirriar las vías cuando el tren disminuye la velocidad, lo que significa que debe estar cerca del centro de la ciudad. El aire es frío, pero sus labios son cálidos y también lo son sus manos. Él se inclina la cabeza y besa la piel justo debajo de mi mandíbula. Me alegro de que el aire sea tan fuerte así él no me puede escuchar suspirar.
El vagón de tren se tambalea, despistando mi equilibrio, y apoyo mi mano para estabilizarme a mí misma. Una fracción de segundo después me doy cuenta que mi mano está en su cadera. Las prensas de hueso en mi palma. Debería moverla, pero no quiero hacerlo. Él me dijo una vez de debo ser valiente, y aunque no me moví mientras unas cuchillas giraban hacia mi cara y salté de un techo, nunca pensé que necesitaría valentía en pequeños momentos de mi vida. Lo que hago.
Yo cambio, balanceando una pierna por encima, entonces me siento sobre él, y con el latido de mi corazón por la garganta, le beso. Se sienta recto y siento sus manos sobre mis hombros. Sus dedos se deslizan por mi espina dorsal y un escalofrío le sigue hasta la parte baja de mi espalda. Baja la cremallera de mi chaqueta unos cuantos centímetros, y presiono mis manos en mis piernas para que dejen de temblar. No debería estar nerviosa. Se trata de Tobías
El aire frío se desliza por mi piel desnuda. Él se aparta y mira cuidadosamente mis tatuajes justo por encima de la clavícula. Sus dedos trazan sobre ellos, y sonríe.
―Los pájaros ―dice―. ¿Son los cuervos? Siempre me olvido de preguntarlo.
Trato de devolver la sonrisa. ―Cuervos. Uno para cada miembro de mi familia ―le digo―. ¿Te gustan?
Él no contesta. Me tira más cerca, presionando sus labios en cada ave, una a su vez. Cierro los ojos. Su toque es ligero, sensible. Una sensación de pesadez, caliente, como derramar miel, llena mi cuerpo y mis pensamientos desaceleran. Él toca mi mejilla.
―Odio decir esto ―dice―, pero tenemos que irnos ahora.
Asiento con la cabeza y abro los ojos.
Ambos estamos de pie, y tira de mí con él a la puerta del vagón del tren. El viento no es tan fuerte ahora que el tren ha disminuido la velocidad. Es pasada la medianoche, por lo que todas las luces de las calles oscuras, y los edificios parecen mamuts, surgiendo de la oscuridad para luego hundirse en ella de nuevo. Tobías levanta la mano y señala a un grupo de edificios, tan lejos que se ven del tamaño de una uña. Son el único punto brillante en el oscuro mar que nos rodea. La sede de Sabiduría de nuevo.
―Al parecer, las órdenes de la ciudad no significan nada para ellos ―dice―, porque sus luces estarán encendidas toda la noche.
―¿Nadie se ha dado cuenta? ―pregunto, frunciendo el ceño.
―Estoy seguro de que lo hacen, pero no han hecho nada para detenerlo. Puede ser porque no quieren causar un problema por algo tan pequeño. ―Tobías se encoge de hombros, pero la tensión en su rostro que me preocupa―. Pero me pregunto qué está haciendo un Sabiduría que requiera luz en la noche.
Se voltea hacia mí, apoyándose contra la pared.
―Hay dos cosas que debes saber acerca de mí. La primera es que sospecho profundamente de la gente en general ―dice―, mi naturaleza es esperar lo peor de ellos. Y lo segundo es que yo soy inesperadamente bueno con las computadoras.
Asiento. Dijo que su otro trabajo estaba relacionado con computadoras, pero todavía tengo problemas para imaginarlo sentado frente a una pantalla todo el día.
―Hace unas semanas, antes de que el entrenamiento comenzara, estaba en el trabajo y encontré una manera segura de entrar a los archivos de Intrepidez. Al parecer no somos tan hábiles como los Sabiduría en cosa de seguridad ―dice―, y lo que descubrí era lo que parecían ser planes de guerra. Comandos válidos, listas de útiles, mapas. Cosas por el estilo. Y los archivos fueron enviados por Sabidurías.
―¿Guerra? ―Alejo el pelo de mi cara. He escuchado a mi padre insultar a los Sabiduría toda mi vida lo que me ha hecho desconfiar de ellos, y mis experiencias en el recinto de Intrepidez me hacen desconfiar de la autoridad y de los seres humanos en general, así que no estoy sorprendida de escuchar que una Facción podría estar planeando una guerra .
¿Y qué había dicho Caleb antes? Algo grande está sucediendo, Beatrice.
Miro a Tobías.
―¿Guerra con Abnegación?
Toma mis manos, entrelazando sus dedos con los míos, y dice: ―La Facción que controla el gobierno. Sí.
Mi estómago se hunde.
―Todos esos informes se supone que deben incitar a la discordia contra Abnegación ―dice, sus ojos se centran en la ciudad más allá del vagón de tren―. Evidentemente, Los Sabiduría ahora quieren acelerar el proceso. No tengo ni idea de qué hacer al respecto... o lo que incluso se podría hacer.
―Pero ―le digo―, ¿por qué un equipo de Sabiduría con Intrépidos?
Y entonces algo se me ocurre, algo que me golpea en el estómago y roe mis entrañas. Los Sabiduría no tienen armas, y no saben cómo luchar, pero los Intrépidos lo hacen.
Miro a Tobías con los ojos abiertos. ―Ellos nos van a utilizarnos ―le digo.
―Me pregunto ―dice―, cómo planean obligarnos a luchar.
Le dije a Caleb que los Sabiduría saben cómo manipular a la gente. Ellos podrían obligar a algunos de nosotros a luchar con desinformación, o apelando a la codicia de muchas maneras. Sin embargo, los Sabiduría son tan meticulosos como son manipuladores, para que dejen eso al azar. Tendrían que asegurarse de que todos nuestros puntos débiles sean apuntados. Pero, ¿cómo?
El viento sopla mi cabello en mi cara, mi visión se corta en tiras, y lo dejo allí.
―No lo sé ―le digo.
iita ™
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