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Capítulo XIV

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Mensaje por iita ™ Vie Ago 17, 2012 2:47 pm

Hoy es un día antes del día de visita. Pensaba en el día de visita como el fin del mundo: nada después de eso importa. Todo lo que había hecho se juntaría. Podría ver a mis padres otra vez. Pero no quería hacerlo. ¿Qué es peor? No lo sé.
Tiró de la pierna del pantalón sobre mi muslo y esta se aprieta con fuerza en mi rodilla. Frunzo el ceño, mirando mi pierna. Un protuberante músculo detiene el avance de la tela. Estiró mi pierna frente a mí y observo la parte trasera de muslo. Otro musculo sobresalía de allí.
Me pongo de pie frente al espejo. Veo músculos que antes no veía en mis brazos, piernas, y estómago. Me pellizco de un lado, donde usualmente había una capa de grasa que me hacía tener curvas. Nada. La Iniciación de Intrepidez ha robado toda la suavidad de mi cuerpo. ¿Eso es bueno o malo?
Al menos, soy más fuerte de lo que era. Envuelvo una toalla alrededor de mí otra vez y salgo del baño de chicas. Espero que nadie esté en el dormitorio para verme caminar en mi toalla, pero no puedo usar esos pantalones.
Cuando abro la puerta del dormitorio, mi estómago cae al suelo. Peter, Molly, Drew y algunos de los otros Iniciados están en una esquina, riendo. Levantan la mirada cuando entro y comienzan a reír. La risa de Molly es más fuerte que la de todos los demás.
Me dirijo a mi litera, tratando de fingir que no están allí, y rebusco en el cajón un vestido que Christina me había conseguido. Con una mano sujetando la toalla y otra sosteniendo el vestido, me levanto, y justo detrás de mí está Peter.
Saltó, casi golpeando mi cabeza contra la litera de Christina. Trato de pasarlo, pero él coloca su mano contra la cabecera de la cama de Christina, bloqueando mi camino. Debería haber sabido que no me dejaría ir tan fácil.
―No sabía que fueras tan delgada, Estirada.
―Aléjate de mí ―mi voz suena firme.
―Esto no es el Cubo, sabes. Nadie sigue las órdenes de una Estirada aquí ―sus ojos viajan por mi cuerpo, no de la manera pervertida que un hombre mira a una mujer, pero está escudriñando cada falla. Escucho los latidos de mi corazón en mis oídos mientras los otros se acercan, formando un grupo detrás de Peter.
Esto se pondrá feo.
Tengo que salir de aquí.
Por el rabillo de mi ojo, veo un camino despejado hacia la puerta. Si puedo pasar por debajo del brazo de Peter y distraerlo, podría ser capaz de llegar hasta allí.
―Mírala ―dice Molly, cruzando los brazos. Me sonríe―. Es prácticamente una niña.
―Oh, no sé ―dice Drew―. Podría esconder algo debajo de esa toalla. ¿Por qué no miramos y lo comprobamos?
Ahora. Me deslizó por el brazo de Peter y comienzo a apresurarme hacia la puerta. Algo me detiene y tira de mi toalla, trato de seguir caminado pero algo fuerte me detiene, la mano de Peter, agarrando la tela con su puño. La toalla se desliza de mi mano y el aire frío toca mi cuerpo desnudo, haciendo que el vello de mi nuca se erice.
Las risas estallan, y corro tan rápido como puedo hacia la puerta, sosteniendo mi vestido contra mí para esconder mi cuerpo. Corro por el pasillo hasta el baño y me apoyo contra la puerta, respirando fuerte. Cierro los ojos.
Esto no importa. Yo no importo.
Un sollozo escapa de mi boca, y llevo de golpe mi mano sobre mis labios para contenerlo. No importa lo que ellos vieron. Niego con la cabeza como si el movimiento supondría hacerlo verdad.
Con las manos temblorosas, me coloco el vestido. El vestido es negro y liso, con un cuello en V que muestra los tatuajes de mi clavícula, y cae sobre mis rodillas.
Una vez que me visto y las ganas de llorar se han ido, siento algo caliente y violento retorciéndose en mi estómago. Quiero lastimarlos.
Miro fijamente mis ojos en el espejo. Quiero hacerlo, así que lo haré.

* * * * *

No podía pelear con un vestido, así que fui a conseguir algo de ropa nueva de La Fosa antes de caminar hacia la sala de entrenamiento para mi última pelea. Espero que sea con Peter.
―Oye, ¿Dónde estuviste esta mañana? ―pregunta Christina cuando entro. Entrecierro los ojos para ver el tablero de la habitación. El espacio al lado de mi nombre está en blanco. No tengo un oponente aún.
―Se me hizo tarde ―digo.
Cuatro se pone delante del tablero y escribe un nombre junto al mío. Por favor, que sea Peter, por favor, por favor…
―¿Estás bien, Tris? Te ves un poco… ―dice Al.
―¿Un poco, qué?
Cuatro se aparta del tablero. El nombre junto al mío es Molly. No Peter, pero es suficientemente bueno.
―Al borde.
Mi pelea es la última de la lista, lo que significa que tengo que esperar tres encuentros antes de enfrentarla. Edward y Peter son la segunda pelea, y es… bueno. Edward es el único que podría vencer a Peter. Christina pelearía con Al, lo cual significa que Al perderá rápidamente, como lo ha estado haciendo toda la semana.
―Házmelo fácil, ¿De acuerdo? ―pidió Al a Christina.
―No hago promesas ―responde ella.
La primera pareja ―Will y Mira― se colocan uno frente al otro en la arena. Por un segundo, ellos sólo se mueven en círculos, lanzando un golpe adelante y luego echándose atrás, después lanzan patadas y vuelven a los círculos. A través de la habitación, Cuatro se apoya contra la pared y bosteza.
Miró el tablero y trató de predecir el resultado de cada encuentro. No necesito mucho tiempo. Entonces, muerdo mis uñas y pienso en Molly. Christina perdió con ella, lo que significa que ella es buena. Tiene un puño fuerte, pero no mueve sus pies. Si no puede golpearme, no puede lastimarme.
Como era de esperar, la próxima pelea entre Christina y Al es rápida e indolora. Al caer después de un par de golpes fuertes en el rostro y no vuelve a levantarse, lo cual hace que Eric sacuda la cabeza.
Edward y Peter toman más tiempo. A pesar de que los dos son los mejores boxeadores, quién es el mejor es notable. El puño de Edward se estrella contra la mandíbula de Peter, y recuerdo lo que Will dijo sobre él, que ha estado estudiando combate desde que tenía diez. Eso es obvio. Es más rápido y listo que Peter.
Para cuando los tres encuentros terminan, mis uñas están mordidas y estoy hambrienta. Caminó a la arena sin mirar a nadie o cualquier cosa aparte del centro de la habitación. Algo de mi ira se ha desvanecido, pero no es difícil volver a encenderla. Todo lo que tengo que hacer es pensar en el aire frío y lo fuerte que eran sus risas. Mírala. Es prácticamente una niña.
Molly se encuentra frente a mí.
―¿Era un lunar lo que vi en tu nalga izquierda? ―dice, sonriendo―. Dios, eres pálida, Estirada.
Ella hace el primer movimiento. Siempre lo hace.
Molly comienza abalanzándose sobre mí y lanza su peso en un puño. Mientras su cuerpo se mueve hacia adelante, me apresuro y llevo mi puño a su estómago, justo arriba de su ombligo. Antes de que pueda poner sus manos sobre mí, mis manos están listas para un próximo intento.
Ella no está sonriendo más. Corre hacia mí como si estuviera a punto de taclearme, y me alejo de su camino. Escuchó la voz de Cuatro en mi cabeza, diciéndome que el arma más poderosa a mi disposición es mi codo. Sólo tengo que encontrar una manera de usarlo.
Pude bloquear su siguiente golpe con mi antebrazo. La piel ardió, pero apenas lo noto. Ella aprieta los dientes y deja escapar un suspiro frustrado, sonó más un gruñido animal que humano. Trata de patear mi costado, lo cual esquivo, y mientras ella se tambaleaba, me apresuro a golpearla con mi codo en el rostro. Echa la cabeza hacia atrás justo a tiempo, y mi codo roza su barbilla.
Me dio un puñetazo en las costillas y tropiezo a un lado, recuperando mi aliento. Hay algo que no está protegiendo, lo sé. Quiero golpearla en el rostro, pero quizá no sea un movimiento inteligente. La observo un par de segundos. Sus manos están demasiado arriba; protegen su nariz y sus mejillas, dejando su estómago y costillas expuestas. Molly y yo tenemos la misma desventaja en el combate.
Nuestras miradas se cruzan durante un segundo.
Mi objetivo es claro, golpearla debajo de su ombligo. Mi puño se hunde en su piel, forzándola a respirar fuertemente por la boca, tanto que puedo escucharlo contra mi oído. Mientras ella jadea, doy una patada sobre sus piernas, y cae fuertemente sobre el suelo, esparciendo el polvo en el aire. Tiró mi pie hacia atrás y la pateó tan fuerte como puedo en sus costillas.
Mi madre y mi padre no aprobarían que pateara a alguien cuando está caído.
No me importa.
Ella está acurrucada como una bola para protegerse de lado, y pateó nuevamente, está vez la golpeó en el estómago. Como una niña. Pateó de nuevo, esta vez en su rostro. La sangre corre por su nariz y se extiende sobre su cara. Mírala. Otra patada golpea en su pecho.
Estoy lista para patearla otra vez, pero las manos de Cuatro están alrededor de mis brazos, y me está alejando de ella con una fuerza increíble. Respiro con los dientes apretados, mirando fijamente la sangre de Molly cubrirle la cara, el color es oscuro y rico y hermoso, de alguna manera.
―Tú ganas ―murmura Cuatro―. Detente.
Limpió el sudor de mi frente. Él me mira fijamente. Sus ojos están como platos; parecen alarmados.
―Creo que deberías salir ―dice―. Ve a caminar.
―Estoy bien ―digo―. Estoy bien ahora ―digo otra vez, esta vez para mí misma.
Deseo poder decir que me siento culpable por lo que hice.
No lo hago.
iita ™
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